¿Podemos confiar en la Biblia?
Por J. Raúl Mondragón
EL CANNON BIBLICO

El Canon del Antiguo y Nuevo Testamento.
La Cuestión del Canon
La palabra “canon” proviene de la voz semítica kaneh, caña[1], denotaba una vara o caña usada para medir (definir) cosas y es derivado del griego “kanon”.[2] Llegó a tener otras acepciones. Por ejemplo, en el siglo 2 a.C. significaba la verdad revelada, la “regla de fe”. En su sentido específico de “lista”, “índice” o “catálogo” de libros sagrados, oficialmente reconocidos por las autoridades religiosas como normativos para los creyentes, con exclusión de los demás, canon es un término de origen cristiano.[3] Greg Bahnsen señala que: “En el contexto de la discusión teológica, “el canon” es el término usado para nombrar aquella lista establecida de escritos autoritativos que son la norma de fe y vida para el pueblo de Dios”.[4] Es necesario enfatizar que la Iglesia existió mucho antes de que existiera la Biblia; en tal sentido, puede afirmarse que no fue la Biblia la que hizo a la Iglesia sino que fue la Iglesia la que hizo a las Escrituras. [5] Sin embargo es imperativo que no confundamos la naturaleza del canon con el reconocimiento de ciertos escritos como canónicos. La autoridad legítima de los libros canónicos existe independientemente del hecho de ser personalmente reconocidos como autoritativos por cualquier individuo o grupo. Así pues, la naturaleza (o razones) de la canonicidad es lógicamente distinta de la historia (o reconocimiento) de la canonicidad. Es la inspiración de un libro lo que lo hace autoritativo, no la aceptación o el reconocimiento humano del libro; es decir “No llega a ser divino” por el acuerdo humano.[6] Incluso desde el punto de vista histórico, los conceptos de inspiración divina y de canonicidad no son estrictamente equivalentes; se ha llegado a distinguir entre lo que se llamaría “inspiración general” (literatura religiosa de todos los tiempos) e “inspiración especial” (asignada los libros canónicos). Si bien consiste en la intervención de un dictamen de las autoridades religiosas respectivas, ese dictamen no es arbitrario; esta precedido por el de los creyentes (que ha venido usando cierto libro) y que le atribuye un carácter sagrado especial; esto significa que se le ha incluido en un grupo de libros que, en determinado momento, ha sido fijado y cerrado por el dictamen explícito de las autoridades de esa comunidad. Camargo puntualiza “No se entra, pues, a discutir en él la cuestión de la inspiración divina de los libros sagrados. Sólo se quiere,… trazar el proceso histórico de la formación del canon”.[7] De modo que la palabra de Dios debe dar fe de sí misma, debe dar testimonio de su propio carácter y origen divinos.[8] Por otro lado no hay uno sino dos cánones: el hebreo Antiguo Testamento y el del Nuevo Testamento. Suele hablarse de un segundo canon del AT., el griego, que otros llaman alejandrino y de palestino al hebreo. Algunos creen que si ha de hablarse de tres cánones, el otro del A. T. es más bien el samaritano, que consta únicamente del Pentateuco, o el canon veterotestamentario de la comunidad de Qumrán, que incluía libros que no figuran en la LXX y omitía el de Ester.[9]
Canon del Antiguo Testamento
No sabemos con certeza cuándo comenzaron los judíos a reunir los Libros Sagrados en colecciones; lo cierto es que en el siglo 1 d.C. tenían una colección de libros Sagrados, que consideraban como inspirados por Dios; testimonios como el de Flavio Josefo, del cuarto libro de Edras y del Talmud, lo dejan en claro;[10]como acertadamente lo expresa Barclay : “No hubo nadie que se hubiera sentado a escribir intencionalmente un libro de las Escrituras”.[11] Existe un periodo que podría llamarse pre canónico, de unos cinco siglos, en que materiales se preservan por la tradición oral y podría llamarse “natural”, son de dos clases: a) códigos o cuerpos de leyes prescritas para regir la vida individual y comunitaria, b) fórmulas rituales y reglamentos del culto. Las principales tradiciones que se consignaron por escrito son por lo menos tres: yahvista, elohista, y más tardía el código deuteronómico.[12] Sin embargo antes del destierro, la Sagrada Escritura demuestra que los hebreos tuvieron especial cuidado en conservar ciertos libros escritos; en diversas ocasiones Dios manda a Moisés que ponga por escrito las leyes(el libro de la alianza o Torah) y no solo a él, sino también a Josué, Samuel y otros[13]; queda claro entonces que hubo otros participantes en su desarrollo y se llevó siglos generarlo; por ejemplo: Génesis 14: 14 cuenta que Abraham persiguió a sus enemigos “hasta Dan”. Pero Dan no recibió este nombre hasta el tiempo de los Jueces, después de la época de Moisés".[14] Descartando la idea de que el Pentateuco es solo de su autoría. Es sobre todo en la época del rey Josías (640-608 a.C.), después que el sumo sacerdote Helcías encontró en el templo de Jehova “el libro de la Ley”, que las cosas cambiaron radicalmente; por así decirlo, es la primera vez que se canoniza un libro y se convierte en palabra de Dios para el pueblo. Se recuperaron, además, otros fragmentos de la Ley que se agregaron a la colección, entre ellos estaba la más antigua exposición de la Ley, conocida como el librito del Pacto y el libro mismo del Pacto.[15] No se sabe si el libro encontrado ha de ser identificado con el Pentateuco entero, o más bien con sólo el Deuteronomio.[16] Se ha sugerido, con mucha probabilidad, que podría haber sido una primera redacción del Código deuteronómico, perteneciente a la tradición sacerdotal, y redactado quizá en tiempos de Ezequías. En Jeremías 26:18 cita textualmente Miq. 3:12, y en 49:14–16 Abdías 1–4, casi textualmente. Esto muestra que a mediados del siglo 7 a.C., existían ya por escrito las profecías de ambos. En 23.2 se le llama “Libro del pacto”; esto sucedió en 621 a.C. Al parecer fue entonces cuando tuvo su comienzo, en cierto modo, el canon hebreo, y también, el concepto judío de canonicidad.[17] Después del destierro tenemos testimonios escriturísticos importantes, de los cuales podemos deducir que casi todos los libros “protocanonicos” estaban ya reunidos en colecciones y eran considerados como canónicos; divididas en tres clases de” Libros Sagrados”: la Ley (Torah), los Profetas (Nebi’im) y los Escritos o Hagiógrafa (Ketubim).[18] El primer testimonio en este sentido es el del libro de Nehemías (8-10). En él se narra que Esdras, sacerdote y escriba, al volver del exilio, traía consigo “la ley de Dios” leyó y explicó delante del pueblo (444 a.C.). Y, después de escuchar su lectura, el pueblo prometió con juramento observarla, lo cual parece indicar que reconocían autoridad canónica al Pentateuco; se ha sugerido que ese libro era el Código sacerdotal, actual Deuteronomio; probablemente el Pentateuco mismo ó Protopentateuco; de ser así, para entonces el Pentateuco estaba ya formado, bajo el nombre global de “la Ley” (Toráh), esto a principios del siglo 4; después de Nehemías y no antes[19]. Otro testimonio interno lo da el profeta Daniel; afirma que “estaba estudiando “en los libros” el número de los setenta años... que dijo Yahvé a Jeremías profeta” (Dan 9,2; Jer 25,11; 29,10). Esto demuestra con bastante claridad que en aquel tiempo ya existía una colección de Libros Sagrados; [20] “los libros” parece aludir a la segunda sección del canon hebreo llamada Los Profetas, que habría quedado completada hacia el año 200 a.C.[21] Por su parte, el traductor del deuterocanonico de Eclesiástico o Sabiduría de Jesús Ben Sirac, nieto de este autor, dice en su prólogo, escrito en 132 a.C., que su abuelo “se había dado muchísimo a la lectura de la ley y de los profetas, y de los otros libros de nuestros padres”. Se estaba refiriendo a las dos primeras secciones de la Biblia hebrea, que estarían ya formadas por lo menos hacia el 200 a.C., y coincide con Daniel. En 1Macabeos redactado hacia el 100 a.C., se hace alusión a “los libros santos que están en nuestras manos”, o sea, “nuestros libros sagrados”, expresión que indica la existencia de una colección de libros, considerados por la tradición y el uso general como Sagradas Escrituras. Por otro lado son bastantes los autores antiguos que atribuyen el canon de 24 libros del A.T.a Esdras. Por eso se le suele llamar canon esdrino.[22] En Macabeos 2:13 se dice que Nehemías “fundó una biblioteca y reunió los libros referentes a “los reyes, los de los profetas, los de David y las cartas de los reyes sobre las ofrendas”. Esto indica que en sus tiempos existía ya formado el Pentateuco , de modo que no hubo necesidad de que Nehemías “reuniera” los libros que lo componen. Otra evidencia en contra es, el cisma samaritano; los cuales solo aceptan el Pentateuco como texto sagrado; y sostienen que Esdras introdujo una falsificación. En el apócrifo llamado II Esdras, y también “Apocalipsis de Esdras”, que data de fines del siglo 1 a.C., existe una leyenda: Dios le ordena promulgar 24 libros supuestamente los del canon hebreo completo y reservar 70 para la lectura sólo de “los sabios del pueblo”. Toda afirmación que atribuye a Esdras la formación del canon, no tiene valor probativo; no obstante el hecho de haberse generado indica que en verdad tuvo una importante participación en la formación del canon.[23] Los textos sagrados se dividieron en tres secciones: la Ley, los Profetas y los Escritos. La Ley la constituye el Pentateuco (en griego significa 5 rollos). A los Profetas se divide en dos secciones: los Profetas Anteriores: Josué, Jueces, Samuel y Reyes; los Posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce llamados profetas “menores” (porque sus profecías son más cortas): Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, y Malaquías, y se clasificaban como un solo libro. “Los Escritos” son en realidad una colección miscelánea que se clasificaba de diversas maneras. 1. Incluía, tres libros poéticos: Salmos, Proverbios y Job; 2. Los cinco megilloth (rollos), relacionado con uno de los grandes festivales judíos. 3. Había un libro profético, el de Daniel. Finalmente venían dos libros históricos, Esdras-Nehemías considerados uno solo y Crónicas; [24] un rasgo inusual que este fuera del orden histórico, haciéndolo así el último libro del canon. A partir del siglo 4 a.C. los judíos tenían la convicción de que la voz de Dios había cesado; cualquier libro posterior a Esdras no tenía posibilidad de incorporarse a las Escrituras por estar fuera del período considerado de inspiración directa.[25] Alrededor del año 100 de nuestra era, Josefo, el historiador judío, dictaminó que los libros judíos quedaban ya fijados y establecidos, sin que ningún libro pudiera ser quitado ni añadido. Todo lo cual concuerda, pues también en el año 90 d.C. los rabinos fijaron finalmente el contenido de las Escrituras en el Concilio de Yabneh o Jamnia, cerca de Jope. [26] Reunidos por el rabí Yojanán ben Zakkai; un cuerpo de maestros de la ley, establecido, con permiso de los romanos, se dieron a esta tarea. En este Concilio algunos libros fueron declinados: el Cantar de los Cantares, por su lenguaje alegórico; Eclesiastés debido a su apesadumbrado pesimismo. La objeción con Ester fue que nunca se menciona el nombre de Dios en él, aunque es la justificación del Purim. Algunos libros jamás fueron puestos en tela de duda, como los Salmos, los cinco rollos o megilloth, relacionados con los grandes festivales y conmemoraciones, los libros de Crónicas, Job, Esdras-Nehemías y Daniel. Pero después del Concilio de Jamnia todos estos cuestionamientos y dudas quedaron acallados. No es seguro cuál fue la manera como el sínodo numeró y agrupó los libros canónicos judíos, se ha considerado probable es que eran originalmente 24, pero que después algunos autores, como Josefo, los reagruparon artificialmente para que resultaran 22, como las letras del alefato, otros creen que fue a la inversa, que originalmente eran 22 y que resultaron 24 cuando Rut se separó de Jueces, y Lamentaciones se desglosó de Jeremías, para colocarlos en la tercera sección, la de los Escritos. Lo importante, es que fueron las tres secciones en que finalmente quedaron agrupados tal como se encuentran en las ediciones actuales de la Biblia. Hay quien todavía menciona un sínodo de Jamnia en 118 d.C., si lo hubo, sólo fue una ratificación de lo resuelto anteriormente.[27]
La Traducción de los Setenta
En el siglo 3 a.C., la lengua principal de Alejandría, como en la mayor parte del mundo civilizado, era el griego. El hebreo cada vez se hablaba menos, aun entre los judíos; por eso había una gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras[28]. La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 a.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría. La traducción se realizó a inicios del siglo 3 a.C. y se llamó la Traducción de los Setenta (por el número de traductores que trabajaron en la obra). Comenzando con la Torá, tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir lo conocido por los católicos como el Antiguo Testamento.[29] Baez escribe “El hecho es que no sabemos con certeza que libros la constituían, porque, excepto algunos fragmentos de papiros hallados en Egipto, las copias de la LXX que se conocen son todas de copistas cristianos, incluyendo los manuscritos completos más antiguos: el Sinaitico y el Vaticano, ambos del siglo 4, y el Alejandrino, del siglo 5 a.C.”[30] En esas copias figuran escritos no incluidos en el canon hebreo, la versión griega original se escribió, por tanto, en rollos sueltos, que podían circular juntos o separados. Seguramente que una colección de ellos se conservó en la sinagoga de Alejandría. El segundo hecho es que no todas las copias que existen contienen exactamente los mismos libros pertenecientes al canon hebreo. No sabemos con certeza, en fin de cuentas, cómo era la Septuaginta original, seguramente contenía todos los libros del canon hebreo.[31] Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser más recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos. Se trata de siete libros, llamados hoy deuterocanónicos. El canon de los Setenta (Septuagésima) contiene los textos originales de algunos de los deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirac) o completamente (Tobit, Judit, Baruc y 1 Macabeos). El canon de la Septuagésima (Alejandrino) es el que usaba Jesucristo y los Apóstoles, era el más usado por los judíos en la era Apostólica. Este canon es el utilizado por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento; 300 de las 350 referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión alejandrina. Por eso no hay duda de que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros deuterocanónicos como parte de su canon (libros reconocidos como Palabra de Dios). Por ejemplo, Orígenes, Padre de la Iglesia (+254), afirmó que los cristianos usaban estos libros aunque algunos líderes judíos no los aceptaban oficialmente. [32] Pero existen pruebas de que por encima de todos los libros de su colección, consideraban, la Toráh como de suprema autoridad divina.[33]
El Canon del Nuevo Testamento
El Canon del NT. se formó dentro de un período de tiempo mucho más corto que el del A.T. por ser la culminación, la cima de éste. El Nuevo Testamento fue compuesto en la segunda mitad del primer siglo (alrededor de 51 años, 45-96 d.C.).[34] Tres fueron las causas principales que aceleraron la formación del canon del Nuevo Testamento: 1) La difusión de muchos apócrifos, que eran rechazados por la Iglesia a causa de las doctrinas peligrosas que contenían; 2) la herejía de Marción, 3) la herejía de los montanistas.[35] En tal situación, era indispensable que la Iglesia contara con un libro "oficial" que uniformara el relato de la vida y enseñanzas de Jesús; ya que en mayor parte la iglesia primitiva, se atenían principalmente a la preservación, oral de las palabras de Jesús y al testimonio de los apóstoles de viva voz; tras su muerte y la de los demás testigos presenciales se puso fin a este tipo de transmisión. Un elemento de orden material influyó mucho en la formación del canon. Fue la sustitución del sistema de rollos sueltos de los libros sagrados, empleado tradicionalmente por los judíos, por el de códices u hojas encuadernadas, y al hacer contacto con la cultura romana, penetró en una sociedad literaria.[36] Podemos distinguir tres etapas en la formación del canon: la apostólica (-70 a.C.), precanónica (70 -150), y la canónica (150-200). 1) Etapa apostólica Lo primero que se escribió del N. T. fueron las cartas de Pablo, entre los años 49 y 62 d.C; no lo hacía como escritor sino como pastor; la primera de sus cartas es con toda probabilidad la 1 Tesalonicenses, escrita en Corinto hacia 51 a.C. (las fechas no son seguras), vendrían 2 Ts. (52); Gál, 1 Co., 2 Co. y Rom. (entre 53 y 58); Col., Ef., Fil., Flm. (desde su cautividad en Roma, entre 61 y 64); 1 Ti. y Tit. (hacia 65); 2 Ti. (desde Roma, hacia 66 ó 67). Parece fuera de duda que el Evangelio de Marcos fue el primero que se escribió de los cuatro; por deducciones internas es probable que se haya escrito entre los años 65 y 67, especialmente no contiene indicios de la destrucción de Jerusalén (70 d.C.), según la tradición, se habían recogido las memorias de Pedro, que murió en el año 65. Algunos autores dan entre 60 y 65 para Mateo, otros una fecha más tardía, y aun después del año 100. En cuanto a Lucas se ha propuesto una fecha más bien próxima a 60, y en este caso, su escrito se aceptó por considerarse como el evangelio predicado por Pablo. Es muy probable, con todo, que los tres sinópticos se conocían ya, por lo menos antes del año 80 d.C.; la primera colección de Evangelios reunía estos tres apareció a principios del siglo 2. Pero durante los siglos 1 y 2 se leían y respetaban también como “Escrituras” otros escritos, unos anteriores y otros posteriores a Jesús, por ejemplo: el Testamento de los Doce Patriarcas, el libro de Henoc, la Asunción de Moisés, el Apocalipsis de Elías, I(III) y II(IV) Esdras, etc.; en algunos de ellos, hallaron fuerte apoyo doctrinas como las del reino de Dios, del Hijo del Hombre, de la resurrección del cuerpo, etc. Muchos escritos nunca llegaron a formar parte del canon. 2) Etapa pre canónica. En términos de antigüedad, predominó más y más el criterio de que no debía reconocerse como “escritura” ningún libro escrito después del año 100d.C. El Evangelio de Juan, como parece fuera de duda, se escribió después de los sinópticos, hasta bien entrado el siglo 1; un hecho decisivo para su fijación, ha sido el hallazgo en de los rollos de Qumrán, en los escritos se halla cierto paralelismo con el evangelio. El libro de Hechos (90 d.C.), habría sido escrito no mucho después de Lucas, se utilizaban bastante por la Iglesia por el año 100; hacia ese mismo año apareció una primera colección de las cartas de Pablo, con solamente nueve.[37] Ya se ha mencionado que la definición del contenido del N. T. se dio como consecuencia de los errores que algunos herejes; el primero de estos fue Marción (año 140‑170); malinterpreto el ataque de Pablo a la Ley; y aparentemente había aceptado las enseñanzas de los gnosticos, de que toda la materia es mala y todo espíritu es bueno. Solo aceptaba el evangelio de Lucas del que elimino los dos primeros capítulos, que describen el nacimiento humano de Jesús y; diez epístolas de Pablo “excluyendo las pastorales”.[38] No fue el primero que formó el canon del N.T., como afirman algunos autores, antes de él ya existían colecciones de escritos sagrados que eran considerados por todos como inspirados.[39] En esta etapa el uso de los libros apócrifos; tales como: la 1ra epístola de Clemente a los Corintios, el Didache, la epístola de Bernabé, y el Pastor de Hermas (que fueron aceptados y usados en las iglesias orientales, como escrituras santas); fue tan serio que eruditos sobresalientes como Clemente de Alejandría y Origenes los citaron como si fueran escrituras inspiradas. De hecho, los dos últimos escritos mencionados, se encuentran al final del manuscrito Sinaitico, y la 1ra epístola de Clemente esta al fin del Alejandrino.[40] 3) Etapa canónica. Es a mediados del siglo 2 cuando se comienza a ver con más claridad la distinción que entre los escritos que llegarían a ser canónicos y los que acabarían por desecharse como apócrifos, entre estos últimos, algunos que disfrutaban de mucha popularidad y se leían como material edificante.[41] Justino Mártir dice que en los cultos se leían “los Evangelios”. Habla también de “nuestros libros” (los del A.T. y los ya reconocidos semioficialmente), como inspirados por el Espíritu Santo, y escritos por los apóstoles; es de los primeros en asociar el concepto de canonicidad con el de la inspiración especial del Espíritu Santo. Hacia el año 170, Taciano prepara su Diatésaron, una especie de “armonía” de los cuatro Evangelios, lo cual indica sin lugar a duda que ya para entonces se reconocían éstos como “Evangelios” de entre los apócrifos. En una lista de libros del N.T. formulada alrededor del año 170 d.C., conocida como el Canon Muratoriano o Fragmento Muratori; (publicados en 1740) también identificamos este orden; aunque el principio se encuentra ligeramente mutilado, pero como lo llama “tercer libro del Evangelio”, es fácil de ver cuál era su contenido: los cuatro evangelios; contiene todos los libros canónicos del N.T., menos la epístola a los Hebreos, Santiago y 2 Pedro.[42] Por el año 175, Teófilo de Antioquía, cita Hechos, las cartas pastorales, las universales, 1 P., 1 Jn., y Ap., y llama a las citas de las cartas de Pablo “ordenanzas de la Palabra divina”. Corresponde a Orígenes (185–254) el mérito de haber echado sólidas bases para la fijación final del canon. Los clasificó en “Reconocidos”: los 4 Evangelios, 14 cartas de Pablo (incluido Heb.), Hch., 1 Jn., 1 P. y Ap.; “Disputados”: Sgo., Jud., 2 P., 2 y 3 Jn., y otros, entre los cuales dice que hay algunos dignos de aprecio sin ser “Escrituras”, y finalmente los libros simplemente “Falsos”(pseudé).[43] A finales del siglo 2 apareció en escena un hombre llamado Montano, declarando que “él era el Paracleto prometido y que se proponía dar a los hombres la nueva revelación prometida por Jesús”. La Iglesia declaró que ya habían sido escritos todos los libros sagrados que habían de escribirse, y que las Sagradas Escrituras se encontraban completas, se declaró clausurado el canon del N.T. Se decidió, pues, que había llegado el tiempo de no escribir ya más revelaciones; Barclay escribe “Esto no significaba que ya no se creyera en el poder revelador del Espíritu Santo, en los últimos días, el Espíritu Santo los había capacitado para entender, interpretar y aplicar lo que había sido escrito”.[44] Más tarde en el año 303 el emperador Dioclesiano dio un edicto decretando que debían quemarse todos los escritos sagrados de los cristianos. La iglesia tiene que decidir qué escrituras ha de salvarse y preservarse a toda costa; los cristianos tuvieron que decidir si era prudente ser un mártir por poseer un ejemplar del “Pastor de Hermas”, por ejemplo, si el libro realmente no era parte de las Santas Escrituras; De modo que la persecución tuvo parte en acelerar la formación de un canon; y por otra parte esto fomenta, la multiplicación de las copias clandestinas. [45]En el segundo decenio del siglo 4, Constantino decidió patrocinar el cristianismo, después de levantarse, en el Edicto de Milán; pidió entonces al historiador Eusebio de Cesárea que le formara 50 códices de las sagradas escrituras cristianas. No sabemos qué libros contenían, porque todos ellos se perdieron.[46] En el año 367 d.C. el obispo Atanasio en un Domingo de Resurrección, aprovechó la ocasión en para hacer saber a los cristianos cuáles eran los libros que podían leer con la aprobación de la Iglesia;[47] en su Carta de Pascua da la primera lista de libros formada sólo por los actuales 27 del N. T. y los llama “libros canonizados que se nos han transmitido y que se cree que son divinos”. En el año 382 Jerónimo de Estridón o San Jeronimo, tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín; comenzó la traducción corrigiendo la versión latina existente del N.T. y aprox. en el año 390 pasó al A. T. en hebreo. Completó su obra en el año 405.[48] La aparición de la Vulgata, cuyo Nuevo Testamento está formado por los actuales 27 libros, fue un poderoso apoyo a los que de ellos se discutían todavía. Pero es muy de notarse que San Jerónimo, por otra parte, tradujo y citaba con aprecio el apócrifo “Evangelio según los Hebreos”, aunque ciertamente no le reconocía canonicidad. Hay que hacer notar que hubo libros, finalmente declarados canónicos, que todavía en esta época, y aun por un tiempo después, fueron muy discutidos y hallaron resistencia para su aceptación canónica. Para entonces comienza ya el dictamen de los sínodos y concilios. El sínodo de Roma (382), luego el de Hipona (397), después el de Cartago (397), declaran sucesivamente cerrado el canon del N.T. con los 27 libros. La regla 39 de este último establece que “aparte de los escritos canónicos (esos 27) nada puede leerse en las iglesias bajo el nombre de escrituras divinas”. Pero decretó, como excepción, que los apócrifos llamados “Martirios”, podían leerse en ellas en el aniversario del mártir correspondiente. La influencia de San Agustín en estas asambleas, sobre todo en las de Hipona y Cartago, fue decisiva, como lo había sido para la inclusión de los deuterocanónicos del Antiguo Testamento en la Vulgata.[49] Todavía hacia el año 400 las Constituciones apostólicas omiten Apocalipsis en su lista del canon, y en cambio añaden 1ra y 2da. Clemente. Más extraño es todavía que tres siglos más tarde el Concilio de Constantinopla (691) ratificara esa lista. Según hemos visto, He., Sgo., 2 P., 2 y 3 Jn., Jud. y Ap. se consideraron, si no como “apócrifos” propiamente dichos, sí como deuterocanónicos del N.T. Sin embargo bien puede decirse que para fines del siglo 4 había quedado ya establecido, como final e irrevocable, para la gran mayoría de las iglesias. El siglo 5 se llega a un acuerdo completo entre los escritores latinos y también entre los griegos sobre el número de los libros canónicos del N. T.. Por eso, desde el siglo 6 en adelante todos los autores eclesiásticos se mantienen unánimes “salvo rarísimas excepciones” en admitir la canonicidad de los 27 libros. Entre esas hay que contar a Junilio Africano (mediados del s. 6), que atribuía menor autoridad al Apocalipsis y a las epístolas católicas menores. Finalmente el Concilio de Florencia (1441) ratificó el carácter canónico de los 27 libros, decretado por el de Trento (1546); que en la sesión 4.a, del 8 de abril de 1546, promulgó el decreto Sacrosancta. En dicho decreto, declara canónicos “a todos los Libros Sagrados íntegros y con todas sus partes”. La frase “todos los libros” se refiere a todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, sin distinción de protocanónicos[50] y deuterocanónicos. El inciso íntegros hace referencia a las partes deuterocanónicas de Daniel y Ester, que eran rechazadas por los protestantes, y también a algunos fragmentos evangélicos discutidos por los protestantes e incluso por algunos católicos. [51] En cuanto a Lutero, no habría querido aceptar un canon técnicamente fijado por la Iglesia Católica Romana, sobre todo después de Trento. Habría preferido, “elaborar un nuevo canon” que favoreciera más claramente la teología cristiana: la de la salvación por la fe; es bien sabido que el Reformador dudaba de la canonicidad de He., Sgo., Jud. y Ap.,[52] Pero no todos los reformadores le siguieron en esto. Carlostadio aceptaba todos los libros del N. T. Zwinglio no admitía el Apocalipsis. En cambio, Ecolampadio rechazaba todos los libros deuterocanónicos. El Concilio Vaticano I. (24 de abril de 1870), en la sesión 3.a renovó y confirmó la definición tridentina, debido seguramente a ciertas dudas que aún se manifestaban de vez en cuando entre los mismos católicos.[53] En cuanto a las iglesias griegas ortodoxas fue en 1672 , por decreto del Sínodo de Jerusalén, que su canon neo testamentario de 27 libros quedara por fin oficialmente cerrado. En el caso del Nuevo Testamento no hay, por lo tanto, ningún problema canónico entre las tres grandes ramas de la Iglesia Cristiana: la Católica Romana, la Griega Ortodoxa y la formada por las demás iglesias de tradición occidental, no obstante su variedad. [54] Es verdad que ciertas secciones de la Iglesia discutieron algunos libros, pero ello también muestra que su final admisión en el canon estuvo basada en pruebas suficientes.[55]
Criterios de la canonicidad
¿Qué requisitos tenía que llenar un libro para ingresar a la lista suprema de libros sagrados de la Iglesia? Los principios canónicos son difíciles de precisar por su ambigüedad; además los judíos no empleaban los términos “canónicos”, “apócrifos” y “pseudoepígrafos”[56], terminología de origen cristiano. Algunos apócrifos son a la vez pseudoepígrafos. El probable criterio adoptado por los rabinos era: 1) estar escrito en hebreo o arameo; 2) haber sido escrito en el periodo comprendido entre Moisés y Esdras, periodo exclusivo de la inspiración profética, según el concepto rabínico, y 3) estar asociado con algún personaje notable de la historia judía (Moisés, Salomón y David, especialmente, así como los profetas). Por supuesto, el requisito principal era haber sido aceptado generalmente como de autoridad divina. En cuanto al requisito de antigüedad, se hizo una excepción con Daniel, escrito dos siglos después de Esdras; no se colocó ese libro entre los Profetas, cuya lista estaba ya cerrada, sino entre los Escritos, en que figuraban libros de redacción tardía. En lo demás, Jamnia mantuvo el criterio de antigüedad. Así, por ejemplo, decretó que “los libros de Ben Sira el Eclesiástico, quedaba fuera. Desde el punto de vista religioso, existen tres clases: 1) los “libros que contaminan las manos; después de fijado el canon podemos llamar “canónicos”, 2) los guenuzim de la raíz ganaz, “guardar” o “esconder”, literalmente, guardados, ocultados o almacenados. En las sinagogas existía un aposento o bodega llamada guenuzáh donde se guardaban, excluidas del uso público, hoy les llamaríamos esotéricos y 3) los sefarim jitsonim, libros de afuera” exteriores, extraños; todo lo contrario de libros sagrados[57]. Jamnia considero que “el Evangelio, es decir, los escritos cristianos y los libros de los herejes no son Sagrada Escritura”. En cuanto al N.T. generalmente se utilizan los siguientes criterios: 1) Apostolicidad. ¿Fue el libro escrito por un apóstol, o cuando menos bajo la influencia directa de un apóstol? En lo que toca a los evangelios, se aceptarían como composiciones de los apóstoles de ese nombre.2) Contenido. ¿Era el contenido del libro indudablemente de elevado carácter espiritual? Es probable que los libros apócrifos fueran eliminados uno por uno sobre la base de esta pregunta.3) Universalidad. ¿Fue el libro recibido universalmente en toda la iglesia? Algunos libros apócrifos que habían sido aceptados en el oriente fueron eliminados por esta razón, de que habían sido rechazados en el oeste. Libros disputados como la epístola a los Hebreos fueron canonizados cabalmente porque todas las secciones de la iglesia los aceptó al final. 4) Inspiración. Claro que la última prueba fue la inspiración. Solo esos libros que dieron evidencia adecuada de haber sido inspirados divinamente lograron admisión al canon. Sin duda alguna el Espíritu Santo guió a la Iglesia Primitiva a seleccionar esos mismos libros que había inspirado.[58]
CONCLUSION
Como factor determinante en la formación del canon figuraba el consenso de las iglesias, después las controversias con los judíos, los filósofos paganos y los herejes. Todo comenzó en el 621 a.C. cuando se halló el Deuteronomio, pasando por el Concilio de Jamnia en el año 90 d.C y la mención de Atanacio en el 367 y finalmente en el Concilio de Trento 1546. La Biblia es por lo tanto, producto de siglos de transmisión y fue escrita por seres humanos de carne y hueso; desde luego no faltaban los errores, ningún cristiano con algunas luces en cuanto al origen de la Biblia y su transmisión, afirma o siquiera insinúa que cayó del cielo. Cualquier persona que lee, la Biblia encontrara, en su gran mayoría el contraste que hay entre los libros canónicos y los apócrifos es tan notable, que no deja lugar para dudas, al ver por sí misma el buen juicio de la Iglesia Primitiva, guiada siempre por el Espíritu Santo.
BIBLIOGRAFIA
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[4] http://www.contra-mundum.org/castellano/bahnsen/Canonicity.pdf
[5] Barclay,IB,24
[6] http://www.contra-mundum.org/castellano/bahnsen/Canonicity.pdf
[7] Camargo, BHC,9
[8] http://www.contra-mundum.org/castellano/bahnsen/Canonicity.pdf
[9] Camargo, BHC,9
[10] http://apologetica.org/historia-canon-prel.htm Tomado de Manuel de Tuya – José Salguero, Introducción a la Biblia, Tomo I
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[11] Barclay,IB,31
[12] Camargo,BHC,11-13
[13] http://apologetica.org/historia-canon-prel.htm Tomado de Manuel de Tuya – José Salguero,Introducción a la Biblia, Tomo I Biblioteca de Autores Cristianos Madrid, 1967, pp. 335-361.
[14] Barclay,IB,32
[15] Ibit,30
[16] http://apologetica.org Tomado de Manuel de Tuya – José Salguero,Introducción a la Biblia, Tomo I
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[17] Camargo, BHC, 12.
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[19] Camargo, BHC,17
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[21] Camargo, BHC,18-19
[22] Ibit 19
[23] Camargo, BHC,16
[24] Barclay, IB,27,28,52
[25] Barclay, IB,52
[26] Ibit
[27] Camargo,BHC,20
[28] Ibit,33
[29] http://www.corazones.org/biblia_y_liturgia/biblia/canon_desarrollo.htm
[30] Camargo, BHC,33
[31] Ibit
[32] http://www.corazones.org/biblia_y_liturgia/biblia/canon_desarrollo.htm
[33] Camargo BHC,35
[34] http://www.recursosadventistas.org
[35] http://apologetica.org/historia-canon-prel.htm Tomado de Manuel de Tuya – José Salguero,Introducción a la Biblia, Tomo I Biblioteca de Autores Cristianos Madrid, 1967, pp. 361-381.
[36] Barclay IB,60
[37] Camargo, BHC,91-98
[38] http://www.fmd.com.es/.../Art.../Desarrollo%20de%20la%20Biblia.pdf
[39] http://apologetica.org/historia-canon-prel.htm Tomado de Manuel de Tuya – José Salguero,Introducción a la Biblia, Tomo I Biblioteca de Autores Cristianos Madrid, 1967, pp. 361-381.
[40] http://www.fmd.com.es/.../Art.../Desarrollo%20de%20la%20Biblia.pdf
[41] Camargo, BHC,101
[42] http://apologetica.org/historia-canon-prel.htm Tomado de Manuel de Tuya – José Salguero,Introducción a la Biblia, Tomo I Biblioteca de Autores Cristianos Madrid, 1967, pp. 361-381.
[43] Camargo,BHC,108
[44] Barclay, IB,73
[45] http://www.fmd.com.es/.../Art.../Desarrollo%20de%20la%20Biblia.pdf
[46] Camargo,BHC,111
[47] Barclay, IB,54
[48] http://www.ekklesiaglobal.org/.../MAESTRO%20TEMA%20CUATRO%20CANON%20DEL%20N
[50] Son aquellos que se aceptan sin discusión por todos, es decir, tanto por los judíos, como por cada una de las Iglesias cristianas. Tomado de http://www.fmd.com.es/Contenido/Estudis/Varis/ Historia%20del%20canon%20b%c3%adblico.pdf
[51] http://apologetica.org/historia-canon-prel.htm Tomado de Manuel de Tuya – José Salguero,Introducción a la Biblia, Tomo I Biblioteca de Autores Cristianos Madrid, 1967, pp. 361-381.
[52] Camargo,BHC,114
[53] http://apologetica.org/historia-canon-prel.htm Tomado de Manuel de Tuya – José Salguero,Introducción a la Biblia, Tomo I Biblioteca de Autores Cristianos Madrid, 1967, pp. 361-381.
[54] Camargo,BHC,114
[55] http://www.sedin.org/propesp/Canon.htm
[56] Libro que se atribuye a algún personaje de importancia y prestigio en la esfera religiosa, y en cuyo título figura el nombre respectivo. http://www.fmd.com.es/.../Art.../Desarrollo%20de%20la%20Biblia.pdf
[57] Camargo BHC,26-28
[58] http://www.fmd.com.es/.../Art.../Desarrollo%20de%20la%20Biblia.pdf